Erase una vez, en la china antigua, un alto funcionario llamado Wu quien, después de diez años de casado, no tenía ningún hijo. Preocupado por el tema, el matrimonio acudió a todo tipo de sabios y medicinas milagrosas, pero ningún niño les nació. Una noche, pensando en el problema, el funcionario no pudo dormir y se fue a pasear por el parque que estaba detrás de la casa, donde se vía la luna llena, tan redonda como un plato. El hombre sintió un escalofrío al recibir el viento fuerte nocturno y decidió volver a casa cuando, de repente, entrevió una figura humana sentada en el fondo del parque.
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