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La historia de un Colimba: “Nunca quisieron que se sepa la verdad de lo que pasó dentro de Tablada”

El 23 de enero se cumplieron 32 años del copamiento del cuartel de La Tablada. Un grupo de colimbas presentaron sus vivencias en un libro que despertó el interés de muchísimas personas que quieren conocer la historia real de lo que sucedió ese día. 

Ese día, (1989) un grupo de 46 guerrilleros ingresaron, a los tiros, al Regimiento de La Tablada con la intención clara de tomarlos y apropiarse de armas. Es una de las batallas más sangrientas de la última época en nuestro país, que ya se encontraba en Democracia. 

Eduardo Navascues, fue uno de los Colimba que sobrevivió a esa tragedia. El libro que se presentó frente a La Tablada, cuenta su historia y cómo vio morir a uno de sus compañeros. 

El equipo de Las Cosas por su Nombre, pudo escuchar en primera persona los detalles del día, posiblemente, más oscuro en la vida de Eduardo. 

“Una de las cosas peores que nos pasó en 32 años, fue el olvido o como muchos compañeros míos dicen que fuimos ocultos bajo una alfombra y gracias al libro que pudimos presentar, que nos costó mucho tiempo, hoy por hoy se empieza a escuchar nuestra verdad”

Eduardo Navascues 

Vos estabas ese día dentro del Regimiento ¿en donde estabas destinado?

– “Yo estaba en la Compañía Comando y Servicio pero yo era conductor de ambulancia. Nosotros teníamos en el fondo del Cuartel una oficina donde dormíamos y estaba cerca la ambulancia. Desde ahí, serían las 6:15 de la mañana, empiezo a sentir tiros. Entre sueño y sueño no entendía lo que pasaba. En un momento siento que rompen la puerta de entrada a la oficina y empiezan a tirar tiros dentro de la oficina.” 

¿Cuando entraron empezaron a tirar a todo lo que se encontraban ahí adentro? 

– “Claro. Lo que pasa es que era tan temprano y el único que estaba era yo que estaba durmiendo en mi dormitorio. En un momento pregunté quién estaba ahí y me empezaron a gritar que salga. Yo estaba durmiendo en calzoncillos, salí. Me empujan, me tiran contra una pared, empiezan a tirar tiros alrededor mío preguntándome dónde estaban las armas, donde estaban los túneles y yo les juraba por todos los santos que yo era colimba, yo no sabía nada. 

Me hacen salir fuera de la oficina y me hacen empezar a correr hacia adelante, hacia la calle Crovara, por donde se ingresaba al regimiento.” 

Esos que hacían esas acciones con vos, ¿estaban tapados, estaban con capuchas? ¿Vos le veías perfectamente sus rostros? 

– “No, te dabas cuenta que eran muchos civiles porque venían con los pelos largos. Había mujeres, que en ese momento la mujer no estaba en carrera militar. Aparte una mujer portando una escopeta, un Fal, no era normal. Llega un momento en que tu cabeza, ó por lo menos la mía (no hay que olvidarse que teníamos 18, 19 años), no entendías que era lo que estaba pasando. Lo único que sentías eran empujones, golpes y que te decían que tenías que salir corriendo. Y la verdad es que cuando te dicen que tenés que salir corriendo…

¿Para donde te hicieron correr? 

– “Yo corro para el frente del  Regimiento. Estoy justo pasando por donde hay un tanque de agua y se empiezan a tirotear desde el tanque de agua, que había guerrilleros, hacia el Casino de Oficiales. Yo iba corriendo y me quedé en el medio, entonces me tiré al piso. Empezaron a tirar tiros por todos lados y en un momento un hombre que estaba ahí, uno medio gordo que tenía dos cinturones de itacas cruzados me grita que vaya a donde estaba él.”  

¿Ese era militar o terrorista?

– “No, ahí yo quedo en manos de los guerrilleros. Directamente me toman ellos. Empezamos a caminar por el costado de donde comían los soldados, se abre una puerta y empiezan a tirar tiros que serían, lógicamente militares. Tengo la suerte que una mujer viene adelante mío y los tiros se los pegan todos a ella. Me la hacen cargar […] y nos meten dentro al Casino de Suboficiales. A mi me hacen dejar a la mujer en un dormitorio y a mi me meten en otro dormitorio. Al rato, traen a otro soldado (Héctor Cardoso, de Corrientes).

[…] Nos metieron ahí, volvían a entrar y nos preguntaban de los túneles, de las armas y nosotros le jurábamos por los santos que no sabíamos nada y los tipos nos hacían poner contra la ventana. Había una cortina, un vidrio y que les digamos por donde andaban los militares. Nos ponían a mirar y avisarles a ellos donde estaban; si llegaba a entrar un tiro lo único que nos cubría era un vidrio y una sábana.

“En un momento, cuando empiezan a andar los tanques eran todos tiros por todos lados y las ventanas que había en esa unidad eran unas ventanas muy altas, pero empezaban muy cerca del piso, entonces vos te tenías que andar arrastrando por el piso porque no te podías parar porque te pegaban los tiros. Los tiros entraban y rebotaban dentro de la habitación. 

Cuando vos decís “tiros”, estás hablando del fuego amigo. Eran los Militares que estaban tirando hacia ahí adentro de esa habitación

– “Mirá, la verdad no lo sé. Porque no te animabas ni a levantar la cabeza. Sentías tiros que entraban, no sabías de donde tiraban. Era todo una confusión. Era un total descontrol, no se sabía quién era quién. Muchos de ellos estaban vestidos de verde, entonces no sabías si eran militares o si eran guerrilleros. Hoy puedo decirte que era un caos, en ese momento es como que no entendés nada. No sabes qué es lo que está pasando.

Nosotros con Héctor, Héctor Cardoso se llamaba, nos abrazamos y no entendíamos nada. Lo único que hacíamos era llorar. En un momento se siente que vienen los tanques y empezaron a tirar al edificio. Sentías que empezaba a explotar el edificio, se prendía fuego en un lado, empezaba a chorrear agua desde el techo […] nosotros nos arrastramos, hasta que en un momento sentimos que, no se, algo que nos dijo “van a disparar” y yo me metí dentro de un placard, Héctor se mete debajo de una cama y entró el cañonazo donde estábamos nosotros… se derrumbó todo. Yo quedé bajo todos los escombros, tapado solamente por el placard y Héctor abajo de la cama.

Se derrumbó todo. 

Ahí un Cabo 1° que justo aparece, me ve la mano, me tira y me arrastra entre los escombros y me saca. Yo le decía que Héctor estaba abajo de la cama. Cuando movimos la cama estaba muerto.

Nosotros mandamos a hacer una cantidad, la pagamos nosotros pensando que los que quedaban se los iba a regalar a mi mamá y muchas madres y padres que ya no viven, a nuestros hermanos, pensando que nosotros se los íbamos a regalar a ellos y fue terrible lo que la gente se empezó a interesar por el libro, porque no está escrito por un escritor, está escrito por los colimba. Contando cada uno su historia. Está escrito con lo que vivimos”, dice Eduardo. 

El orgullo de los compañeros

“Lo que nosotros nos sentimos orgullosos, que mucha gente no lo sabe, que ahora en el libro se dice: la única compañía que no fue tomada por los guerrilleros fue la Compañía Comando y Servicio. Y eso fue gracias a un Soldado Conscripto que rompió la sala de armas y empezó a armar a todos los compañeros y se pusieron a defender a todos los compañeros y se pusieron a defender a la Compañía para que no entren”

Eduardo Navascues

El soldado Colimba fue el que defendió y cumplió con su deber

– “Sí. Cumplió con su deber o cumplió con ganas de vivir. Porque vos ahí lo único que pedís es ganas de vivir. Es como que decís “o son ellos o soy yo”. Acuña es el que rompe las salas de armas, arma a todos, gracias a eso no pueden ingresar los guerrilleros a la Compañía, entonces en ningún lado, en ningún libro ni en prensa sale que la Compañía de Comando y Servicio nunca fue tomada por los guerrilleros. Y no fue tomada gracias a los Colimba.

32 años después ¿tienen algún sentimiento de injusticia de haberlos tapado a ustedes durante 32 años y que los hayan ignorado y que en estos últimos tiempos quienes atacaron ese regimiento hasta tengan reconocimientos económicos por parte del Estado? ¿Eso les molesta a ustedes o no va por ahí el libro? 

– “El libro no va por ahí, el libro va contando, de verdad, nuestra historia. Lo que si nos molesta a nosotros, que muchas veces cuando yo hablo con gente, que te pones hablar de cualquier cosa y le decis “yo estuve en Tablada” “ah, tablada fue de rico, fue Seineldin. ¡No! ¡fueron guerrilleros!. Nunca quisieron que se sepa la verdad de lo que pasó dentro de Tablada.

Lo confunden con los levantamientos Carapintada

– “Claro, lo confunden con eso, pero ¿por qué lo confunden? porque ni los medios ni los políticos lo quisieron dar a luz, nunca. En 32 años, ningún médico, ningún político que pueda hacer algo nunca nos vino a preguntar nada. Hay tres proyectos en la Cámara de Diputados, del Diputado Nacional Juan Aicega, que es de acá de Mar del Plata, una Diputada (Nora Grimbou) que en el 2006 también presentó otro proyecto, otro Diputado Provincial, (Buenos Aires) que también presentó otro proyecto, Guillermo Castello. Proyecto para declararnos como Veteranos. A nosotros nos deben una medalla y un diploma. En el año 98, por Ley salió que nos tenían que dar una medalla y un diploma. Nunca a nosotros, los Colimba, nos dieron una medalla, un diploma. Ves a esta gente que entró, ves que muchos políticos están al lado de ellos. Y nosotros siempre decimos lo mismo, nosotros éramos Colimba, nosotros estábamos cumpliendo con la ley. No éramos ni militares ni guerrilleros, y nosotros fuimos ignorados. Lo que pasa es que nosotros no le sumamos votos a nadie, esa es mi verdad. […] ese es el dolor que nosotros tenemos.

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