“Cuando era pequeño me encantaba leer mis cuentos favoritos una y otra vez, nunca me cansaba de volver a empezar la misma historia cuyo final conocía de memoria. Ya sabía que el Príncipe se casaba con la Cenicienta, que La Bella Durmiente era despertada de su eterno sueño por un beso, que Pinocho se convertía en un niño de verdad cuando dejaba de decir mentiras o que Caperucita Roja conseguía escapar del temible lobo feroz, pero, cada vez que volvía a sumergirme en estas historias que forman parte de la infancia de cualquier niño, sentía la misma emoción que la primera vez que mis padres me contaron estos cuentos antes de ir a dormir, cuando era tan pequeña que aún no sabía leer…”
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