La quema del Corán por parte de una fanática congregación evangélica de Estados Unidos enfureció a millones de musulmanes en el mundo y provocó violentas reacciones en Afganistán.
A la matanza de ocho empleados de la ONU ocurrida el viernes en Mazar e Sharif, le siguieron ayer nuevas y masivas protestas en la sureña ciudad de Kandahar, donde murieron por lo menos 10 personas.
Anoche, el presidente Barack Obama condenó la quema del Corán y lo calificó de acto de “extrema intolerancia y fanatismo”.
La profanación del libro sagrado del Islam avivó los sentimientos antiestadounidenses y elevó la tensión entre el gobierno afgano y los países occidentales.
Como muestra de ello, tres suicidas se inmolaron ayer tratando de provocar una masacre con explosivos en la base Phoenix de la OTAN, ubicada en las afueras de Kabul.
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