La ilustrada

 La ilustrada

Concepción del Uruguay / La ciudad de la educación

Por Jorge Riani

En 1849, Concepción del Uruguay tuvo la primera escuela laica y gratuita del país. Eso constituyó un hito decisivo a lo largo de la historia educativa de una ciudad que este año ha sido incorporada a la Red Mundial de Ciudades del Aprendizaje de la Unesco por el despliegue educativo que muestra en el presente. De cada cien habitantes, doce cursan estudios superiores en algunas de las cinco universidades que existen en esta ciudad, a la que la revista Cicatriz visitó para poder contarla mejor.

“La juventud de Concepción del Uruguay es la más pervertida que existe en el universo”. La sentencia data del año 1879 y corresponde al párroco que tenía entonces la ciudad y que incluyó en una carta que le envió al obispo de Paraná en el que expresaba su rabieta por el avance de la ciencia y de la educación laica. Unos 140 años más tarde, durante este 2022 que ya comienza a fenecer en medio de jornadas agobiantes por el calor de siempre, la ciudad entrerriana ha sido incorporada a la Red Mundial de Ciudades del Aprendizaje de la UNESCO.

¿Qué pasó entre un hecho y otro? Además de haber pasado 143 años, lo que pasó es la continuidad de una política educativa. Porque la queja del sacerdote aquel no era otra cosa que la expresión de la molestia que causaba, precisamente, el apego que en esa ciudad expresaban los jóvenes al conocimiento, la libertad de ideas, la educación formal, las ciencias, los libros, la cultural, el cosmopolitismo, la razón, en definitiva, la libertad.

Es notable que en medio del océano de inestabilidades que han sacudido casi por siempre al país, esta ciudad entrerriana mantenga una característica estable que le ha permitido sortear incluso los zarpazos que por derecha han asestado los regímenes neoliberales a todo el sistema educativo del país. En otras palabras, hay en Concepción del Uruguay eso de lo que tanto se habla y poco abunda: política de Estado.

Hoy, de las 131 universidades que existen en la Argentina, cinco están en Concepción del Uruguay. Allí los estudiantes cursan alguna de las 130 carreras o 7 profesorados superiores que comprende la oferta educativa. Un dato que sirve para tomar dimensión del fenómeno: de cada 100 habitantes que pueblan la ciudad, 12 cursan alguna carrera superior.

Libros y flores

Esta revista quiso recorrer la ciudad y envió a uno de sus cronistas. Nos percatamos de que cada una de las veces que asistimos a la ciudad, en ocasiones anteriores, ha sido por alguna situación vinculada a la educación superior. Dar clase, tomar examen, pronunciar una charla o ir a escucharla, por ejemplo.

Nos percatamos también de que, como muchos entrerrianos o no entrerrianos, tenemos en Concepción del Uruguay algún familiar directo que ha hecho suya la ciudad desde el día que llegó a inscribirse a alguna carrera. Y que no se fueron más.

En una familia con hijos o hijas estudiantes, puede ocurrir que algunos fueran a Rosario y otros a Concepción del Uruguay, Santa Fe o Paraná. Pero sin dudas que la ciudad uruguayense está entre los posibles destinos de estudiantes.

Eso de ir a Concepción del Uruguay por cuestiones de estudios también es un fenómeno social sostenido en el tiempo y no hubo ninguna acción, por antieducativa que fuera, que haya sido capaz de cambiar ese rumbo.

Fuimos a Concepción del Uruguay por esta nota, aprovechando el viaje en auto del periodista Tirso Fiorotto que iba invitado a participar de unas jornadas de Filosofía. Después de atravesar la provincia hablando, junto también a Laura Peter, compañera de Fiorotto, de la flora, de la fauna, de la historia que nos regalaban los paisajes a nuestro paso, llegamos en plena siesta entrerriana casi justo a tiempo para que nuestro estudioso amigo hablara sobre federalismo y nosotros lo pudiéramos escuchar. Y parece que en Concepción del Uruguay todos los caminos conducen a una escuela, entonces llegamos a la bellísima Escuela Normal “Mariano Moreno”.

Hablar de filosofía, debatir, escuchar ideas es algo en lo que se han puesto de acuerdo varias partes de la ciudad. Desde la Municipalidad hasta la Cooperativa Periodística “El Miércoles” -en torno a la cual aparecen personas como Américo Schwartzman o Martín Barral- y, por supuesto, las instituciones de educación superior de la ciudad. Hablamos de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) , la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER), la Universidad de Concepción del Uruguay (UCU), el Instituto Superior de Formación Docente de la Escuela Normal y el Instituto Superior de Formación Docente “Tobar García”. Con el respaldo, además, de las autoridades educativas departamentales y provinciales.

Las palabras de Martín Oliva, al abrir las jornadas, representan ese sentimiento general en torno a lo educativo y lo hace desde el lugar que ocupa, con alusión a sus responsabilidades de intendente. “Celebro esta iniciativa y que seamos precursores en esto. Así vamos a seguir cada año hasta que seamos muchos más. Estas cuestiones educativas y culturales son igual de importantes que ocuparse de los baches. Debemos hacer bacheos pero también jornadas de filosofía”, dijo.

No podía ser de otro modo en la ciudad de la educación.

La juventud vinculada al estudio le otorga a la ciudad una energía enorme. Las playas de la zona, los lugares de esparcimiento muestran esto que decimos, pero también lo muestran los museos de una ciudad que tiene mucha historia para contar.

Los museos, precisamente, fueron los protagonistas de ese viernes en que estuvimos, en coincidencia con la realización de la Noche de los Museos que llevó a la ciudad a mostrar sus joyas y hacer gala del lugar que ocupan en la historia de toda la provincia.

Caminar por Concepción del Uruguay nos permite captar algunas imágenes que si las quisimos registrar en la memoria o en la camarita de nuestro teléfono celular fue porque creemos que hay algo distintivo del lugar en esas postales. Por ejemplo todo un barrio con patios delanteros que parecen haber sido echados a una competencia de jardinería. Hay todo un sector, una suerte de barrio céntrico donde las hortensias estallan en colores que ni siquiera sabíamos que hallaríamos en esas flores.

La arquitectura, que como galería de los tiempos se mezclan en una fusión de clásico y moderno o de antiguo y nuevo, permiten disfrutar de otra de sus singularidades que constituye el estilo ecléctico pero siempre noble. O casi siempre, con excepción de algún edificio en torre que agrede el entorno.

“Ricos en inteligencia”

Hablamos de jóvenes que hoy vemos que viven en Concepción del Uruguay porque allí fueron a cursar estudios superiores. Eso no es algo sólo de ahora.

En 1877, los jóvenes que vivían y estudiaban en la ciudad crearon la Sociedad Educacionalista “La Fraternidad” para poder ayudar a “los pobres en fortuna y ricos en inteligencia”. Es decir a estudiantes que no podían afrontar los costos de vivir allí su vida de estudiantes.

En aquel año, la tenaza presionaba con dos brazos muy fuertes: el Estado nacional, que había suprimido los internados en colegios, y el Estado entrerriano, que eliminaba las becas para estudiantes.

La sociedad uruguayense se organizó, con sus jóvenes estudiantes y sus intelectuales a la cabeza, y creó el 14 de mayo de ese 1877, una casa para albergar a los desamparados estudiantes. Se les daba alojamiento y se los ayudaba económicamente para que pudieran continuar sus estudios y la ciudad su destino de vanguardia.

La mismísima “Fraternidad” sería la creadora, un siglo más tarde, de una de las universidad que conforman la cartografía educativa de la localidad: la Universidad de Concepción del Uruguay.

No se puede hablar de Concepción del Uruguay y su faz educativa sin mencionar a la Universidad Nacional de Entre Ríos, que tiene precisamente allí su rectorado, ni de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, con su vicerrectorado. Pero se encuentran allí también facultades de la Universidad Tecnológica Nacional y no tardaron en llegar otras privadas, como la Universidad Siglo XXI.

El magíster y doctor en Educación Luis Cerrudo nació en Concepción del Uruguay. No necesitó moverse de su ciudad para subir los peldaños de una larga escalera educativa que incluyó estudios de grado y de postgrado. A él le consultamos sobre esta singularidad que tiene la ciudad de ser un notable anclaje educativo.

“Tiene mucho que ver el Colegio del Uruguay y la impronta que Urquiza le dio al esquema educativo, con los profesores que llegaron al Colegio, la aparición de la Asociación Educacionista La Fraternidad, con gente como José Zubiaur y demás. Eso hizo que la educación se fuera prendiendo en la ciudad y que, luego, el movimiento universitario también tuviera una fuerte raigambre en esta ciudad. También ha sido una de las cuestiones que se ha metido en la piel de los uruguayenses, que han tratado de seguir aferrados a esa perspectiva educativa. Esta queda más claro aún cuando, en la segunda mitad del siglo XX se genera un movimiento de apoyo a la creación de universidades, esas que darán inicio al sistema propio entrerriano: una  de gestión privada, la UCU y la otra de gestión pública la UNER, al inicio de la década del 70. Una ciudad con 40.000 habitantes asumió como propio el desafío de seguir respaldando esa trayectoria, ese mandato educativo que sostenía el Colegio del Uruguay, y lo proyectaba en el tiempo. Los uruguayenses nos sentimos orgullosos de esa trayectoria y tenemos un compromiso en ese sentido”, afirmó el doctor en Educación.

Cerrudo se refiere al mojón determinante que significó la creación, en 1849, del Colegio del Uruguay. Hablamos del primer colegio laico y gratuito del país que por ese privilegio histórico, pero también por la belleza de su edificio, de su mobiliario, de su biblioteca, de sus aulas, de su jardín, en 1942 fue declarado Monumento Histórico Nacional.

El colegio hoy se llama Colegio Superior del Uruguay “Justo José de Urquiza”, porque fue precisamente el primer presidente constitucional de la Argentina, hijo de esta ciudad, el que creó esa institución educativa laica y gratuita.

Entre sus filas estuvo Teresa Ratto, la magnífica mujer que luchó contra su tiempo y la tiranía de género para estudiar y convertirse en la segunda médica del país, primera de la provincia.

Hemos contado ya que en alguna ocasión, el rostro de Teresa parece hoy como un fantasma en la semipenumbra del Colegio del Uruguay. El cuadro de la biblioteca interrumpe la monotonía de la madera que envuelve toda la sala y perpetúa la memoria de la gran alumna. La primera de ellas. La mejor.

La luz eléctrica, internet, la digitalización de texto están discretamente expresados en una biblioteca que aún conserva la atmósfera que la misma Teresa atravesó, cada vez, para pedir algún texto de estudio.

A Concepción del Uruguay, ciudad cabecera del departamento Uruguay, le dicen, con razón, “la Histórica”. En esa ciudad muchas personas suelen haber escuchado o pronunciado la máxima urbana que asegura que Justo José de Urquiza quiso hacer de ella un lugar de vanguardia en la historia de la educación argentina.

Tres presidentes de la República Argentina, dos vicepresidentes, un presidente del Paraguay, gobernadores de Entre Ríos, Buenos Aires, Mendoza, Tucumán, La Rioja, pero también poetas y periodistas como Olegario Víctor Andrade, Eduardo Wilde, Martín Coronado y Fray Mocho se formaron en sus aulas.

Recientemente, la Municipalidad editó una revista-libro que se titula “Modelo Uruguay”, concepto que definen luego de hacer un larguísimo recorrido por otras de las características uruguayenses: la vocación federal y de autonomía que nace con la misma ciudad, creada por Tomás de Rocamora en 1783, bajo el nombre de Arroyo Las Chinas y que tuviera, esa villa, una muestra de heroica resistencia a las invasiones portuguesas. Esa ciudad daría a uno de sus hijos más destacado en la persona de Francisco Ramírez, que cuando creó la República de Entre Ríos, en 1820, donde ya desde el inicio dejaba en claro la obligatoriedad de la enseñanza primaria.

Esta nota podría estar poblada de fechas, nombres e hitos vinculados a la educación pública argentina en relación con Concepción del Uruguay. En 1873, la ciudad abrió la segunda escuela normal de mujeres del país, apenas tres años después de la primera, que se instaló en Paraná. Y una sucesión de entidades educativas de todos los niveles se habría de producir como fruto de la creación de la escuela de varones “Nicolás Avellaneda”, en 1888. La Escuela Avellaneda fue la primera del país en autorizar, en 1897, la incorporación de mujeres como estudiantes y convertirse en escuela mixta, como se la conocía.

Concepción del Uruguay ha sufrido varios despojos a lo largo de su historia. Pero nada interrumpió esa vocación de ciudad-escuela que nació hace 173 años, cuando se creó el primer colegio laico y gratuito de la Argentina.

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Los jóvenes

Cuando el gobernador santafesino Nicasio Oroño impulsó la primera ley de matrimonio civil en la Argentina, la Iglesia, a través del obispo de Paraná, José María Gelabert y Crespo, lo combatió sin piedad y eso encendió una batalla entre católicos y liberales que se vivió con total intensidad en Concepción del Uruguay. En 1879, un sacerdote calificó a la juventud uruguayense como “la más pervertida que existe en el universo, por la educación científica que reciben”.

El Colegio del Uruguay representaba el primer avance de educación libre, gratuita y laica. Era obra del masón-católico Justo José de Urquiza y en la ciudad se respiraba un clima propicio para intelectuales, estudiantes y políticos comprometidos con la idea del Estado laico, al tiempo que las colonias agrícolas se poblaban de inmigrantes que profesaban diversos cultos.

En ese clima efervescente, el obispo no tuvo mejor idea que visitar Concepción del Uruguay, ciudad culta, liberal, universitaria, fraterna y apasionada, que expresa sus pensamientos hasta en la arquitectura de los edificios públicos. Sobre ese clima, el cura Félix Mozos escribía a Gelabert el 17 de abril de 1879 que “pocas poblaciones habrá en las condiciones que ésta se encuentra, pues a pesar del escaso vecindario, cuenta con un crecido número de gente descreída y que hacen alarde público de sus doctrinas destructoras, lo que la llaman civilizadoras”. Y apunta luego sus cañonazos verbales contra el histórico establecimiento educativo: “En especial tenemos un colegio nacional dirigido por profesores en su mayoría ateos, materialistas y, el mejor, indiferente; esto trae consigo una juventud lo más pervertida que existe en el universo y no otra cosa puede esperarse de la educación científica que reciben; ésta dará el resultado más fatal para la provincia porque dentro de diez años los hombres que dirijan los destinos públicos estarán destituidos de sentimientos religiosos, nada respetarán ni harán respetar, antes bien, perseguirán a la religión y sus fieles”.

El historiador uruguayense Oscar Urquiza Almandoz hizo un esfuerzo por entender la posición de la Iglesia, la del mismísimo sacerdote católico que condena a la juventud atrofiada en su fe por la ciencia. Y dice: “Es fácil comprender, observando el problema desde su punto de vista, la preocupación y los temores trasuntados por el párroco de Concepción del Uruguay, pero la tarea historiográfica nos impone señalar que el sacerdote recargó las tintas al hablar generalizadamente de ‘una juventud la más pervertida que existe en el universo’”.

El momento de mayor tensión de la pelea entre liberales y católicos se produjo el 27 de octubre de 1880. El mismo obispo que declaró la guerra al gobernador Oroño, viajó a Concepción del Uruguay.

Allí, un grupo de jóvenes, entre ellos algunos estudiantes del Colegio del Uruguay, apedreó el coche en que se trasladaba Gelabert y Crespo. El hecho tuvo una inmensa repercusión nacional, y el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación, Manuel Pizarro, ordenó al rector del establecimiento que realice una información sumaria.

Para violentar más a los sectores clericales, el rector Pablo Lorentz, naturista y librepensador de origen francés, se negó a tal pedido argumentando que “la Dirección del Colegio no puede tomar intervención en ese procedimiento porque no tiene facultad para sumariar ni enjuiciar a alumnos por hechos cometidos fuera del establecimiento”. Estaba claro que había una comunión muy grande entre juventud y educación.

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