Las heridas de San Martín

 Las heridas de San Martín

En el marco del 3 de febrero, fecha en que se conmemora el Combate de San Lorenzo, es oportuno compartir una publicación de la página de facebook Granaderos Bicentenario, en la cual se describe y enumera las dolencias, enfermedades y heridas del General José de San Martín a lo largo de su vida.

Siendo apenas un Teniente del Ejército Español, fue asaltado por unos bandoleros que le robaron la paga que llevaba para el pago de sus soldados. Fue herido gravemente en una mano, recibiendo una estocada en el pecho que casi le cuesta la vida.

En la Batalla de La Albuera, en un duelo personal con un oficial francés, recibió un profundo tajo en el antebrazo y la mano, al intentar parar un sablazo propinado por el galo, que no tuvo tanta suerte, ya que en ese lance, fue traspasado por el sable de José.

En Falmouth, Reino Unido, volcó su carruaje y un vidrio de la ventana le lastimó el brazo, herida que tardó mucho tiempo en curarse.

En San Lorenzo, se dislocó un hombro en la caída, y una vez en el suelo, atrapado por el peso muerto de su caballo, recibió una herida de bayoneta que le marcó la cara para siempre.

Algunos tramos del Cruce de los Andes, lo tuvo que hacer camilla, por el mal estado de su salud. Cuando desembarcó en el Perú, tuvo vómitos de sangre, que lo obligaron a permanecer postrado una semana, ante la gravedad de los mismos, seguramente productos de su úlcera gástrica. Esta dolencia lo acompañó toda su vida, siendo quizás la causante de su deceso.

Padeció reumatismo severo que lo obligó estando en Chile, a realizarse baños termales, para aliviar los dolores. Durante la Batalla de Chacabuco, apenas pudo mantenerse sobre su caballo, víctima de un ataque reumático.

Durante su campaña americana, también se contagió el “Chavalongo”, uno de los nombres que tenía la fiebre tifoidea. Sufrió de hemorroides sangrantes, que cierta vez estando en Chile, se les engangrenaron y estuvieron cerca de mandarlo a la fosa.

En 1832, en Bélgica, sufrió los embates de una epidemia de cólera que diezmó a la población local, afectando incluso a su hija Mercedes.Padeció de asma, la que sufriría en su juventud, en Europa. Tanto es así, que durante ocho meses, ya siendo Oficial Español, tuvo que hacer trabajos administrativos en el Cuartel de su Regimiento, ante su imposibilidad de salir al campo.

Llegado al país, el primer ataque de asma lo tuvo en Tucumán, y fue tan fuerte que se temió por su vida. Esta afección se repitió varias veces, incluso en Mendoza, en donde durante las noches debía dormir sentado en una silla, para poder respirar.

Durante largos períodos padeció de insomnio. Y también de un fuerte temblor en la mano derecha, que le impedía escribir, síntomas claros éstos de stress.En el último lustro de su vida padeció de cataratas, que lo dejaron prácticamente ciego.

Estando en Italia, en 1846, sufrió un ataque de epilepsia, por el cual fue dado por muerto.Muchos de los males que aquejaron al General, hoy podríamos encuadrarlos en graves ataques de Stress, producto, evidentemente, de las grandes responsabilidades que cargaba sobre sus hombros. Hemorroides, gastritis, e incluso el asma, lo atestiguan y sugieren.

Un año antes de su muerte se operó de uno de sus ojos de cataratas, sin anestesia, porque aún no se había inventado, obteniendo muy pocos resultados.Muy probablemente su muerte el 17 de agosto de 1850, a las tres de la tarde, haya sido producto de una hemorragia intensa de su ya conocida úlcera, luego de una violenta convulsión de su ya gastado cuerpo.Es notable como a pesar de haber tenido una salud con grandes altibajos, nuestro General logró lo que logró a lo largo de su longeva vida. Sin dudas, eso se debió a una voluntad de acero, que le hizo sobrellevar las diversas contingencias que su existencia fue poniendole en su camino.No por nada, es el Argentino Más Grande de la Historia.

Fuente: Granaderos Bicentenario

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